El miedo es normal y una reacción que no siempre se puede controlar, pero también puede ser un crimen...
“…los cuervos iban de un lado al otro, sobrevolaban sus víctimas, el
grupo de niños dormidos en medio del bosque. En los arbustos cercanos, el joven
podía ver todo lo que pasaba. Debía tomar una decisión, ¿ayudarlos o escapar?
Miró a los cuervos nuevamente. Eran monstruosos y sus bocas eran terribles,
llenas de dientes afilados. De un momento a otro, dejaron de volar y se posaron
encima de las cabezas chicos, iban a comerlos vivos. Pero antes del primer
picoteo, uno de los cuervos torció su cuello, girándolo totalmente para mirar
al chico escondido. Este gritó en terror y salió corriendo. Los cuervos
inmediatamente alzaron vuelo y fueron tras él. Pero por más que corría no podía
dejarlos atrás… porque eran cuervos fantasmas…“
-¿En serio? ¿Cuervos fantasmas?-
preguntó Eliza con aburrimiento-
-¡Déjame terminar!- exclamó Jonas
enojado
-Pero Jonas, esa historia no es
muy buena, ¿estas seguro de que eran cuervos?- Dijo Marcus que estaba sentado
frente a él.
-Sí algo así me dijo mi abuelo, que eran monstruos que castigaban a los miedosos -Jonas se rascó la cabeza -¿o eran solo
seres que se transformaban en cuervos?- antes de que alguien lo cuestionara, aseveró-
¡pero sé que les dio miedo!-
-A mí me dio miedo- contribuyó la
pequeña Anna, que abrazaba a su hermana mayor, Eliza.
-¿Ven? A ella sí le da miedo- la
cara de Jonas se iluminó por un segundo.
-Claro, es una niña de 6 años-
respondió Eliza con un mueca- Tranquila Annie, es solo una historia tonta- La
sonrisa de Eliza logró reconfortar a su hermana.
Sin embargo Anna no es la única
que observaba esa sonrisa. Al otro lado del círculo, donde estaban los 5 niños
sentados, Joel miraba a Eliza. A él le encanta el color rojizo, casi rosado, de
su cabello y las pequeñas pecas que inundan sus mejillas, junto con esa sonrisa
tan particular. Era una sensación increíble pero extraña para él, aunque no
pensaba decírselo a Eliza. Creía que ella por ser mayor (la chica cumpliría 13
pronto y él apenas tenía 11), no le daría importancia. Pero si bien intentaba
ocultarlo, era muy obvio para sus amigos.
-Hey Joel, regresa a la tierra-
comentó Jonas- Te preguntaría qué opinas de la historia, pero algo me dice que
estabas muuuy distraído…-
-¿De qué hablas?- responde algo
inquieto el aludido- Claro que oí lo del cuervo fantasma y la verdad me parece
algo raro ¿no que eran monstruos al principio?-
-¡No!... Bueno sí… son espíritus que
se convertían en monstruos para castigar a los que cobardes, que dejaban atrás
a los demás y que...- alcanzó a decir Jonas, antes de que lo interrumpieran.
-¡Soy un
cuervo monstruo fantasma mutante!- dijo Joel mientras se levantaba la chaqueta y
hacía como si volara.
Todos rieron creando un leve eco
en la escuela casi vacía. Ya había pasado una hora desde el final de las clases.
Normalmente el recinto estaría cerrado para ese momento, pero ese día habría
una reunión de padres y cerrarían tarde. Como toda escuela vieja, esta
tenía sus leyendas, historias de fantasmas y demás. Los chicos habían oído esos cuentos y deseaban saber si
eran reales, por lo que decidieron quedarse ese día y recorrer la escuela de
noche.
Cuando las risas hubieron pasado,
Jonas, algo molesto aún, miró a su
crítico principal y le dijo:
-¡Oh cállate Joel!, no sabes nada,
porque solo pasas mirando a E…-
-Este… mejor… ¿porque no vamos a
recorrer la escuela?- volvió a interrumpir rápidamente Joel
-Si me parece buena idea, de
todas formas ya casi comienza la reunión y no deben vernos- dijo Marcus al
rescate de Joel.
Con casi la misma edad, Marcus y
Joel eran grandes amigos. Apodados como el gordo y el flaco, siendo Marcus la primera
parte del dúo, los dos chicos eran como cómplices capaces de comunicarse casi
sin palabras. Joel agradeció con la mirada a su amigo y luego se
levantó. Los demás hicieron lo mismo, aunque Jonas aun refunfuñaba por no terminar
su historia. Eliza limpió un poco el vestido de Anna y luego comentó:
-¿Qué les parece si vamos a ver la
piscina?-
-Pero ya la conocemos…- dijo dudoso
Jonas.
-Claro que ya la conocemos
tontín- Eliza le hizo una mueca – Pero según he oído, alguien se ahogó ahí hace
mucho tiempo y su fantasma aparece de noche…- sintió como su hermana le agarraba
el vestido.
-Pero es solo una mentira,
tranquila Annie- exclamó Eliza para luego agregar- Además estaremos lejos del
pabellón principal, donde se realizan las reuniones-
-Sí es buena idea- secundó
Joel –De todas formas ¿no se supone que íbamos
a demostrar que esas leyendas son solo mentiras?- agregó para calmar a la
pequeña.
-¡Si vamos!- dijo Anna sonriendo.
-¿Que dices Jonas?- preguntó
Eliza.
Jonas no había estado muy a favor
con lo de quedarse, por lo que pensaba en irse pronto. Viendo la indecisión del
chico, Eliza le dijo:
-¿O es que acaso… tienes miedo?- una sonrisa
burlona acompañó a la pregunta.
-¿Qué? ¿yo?- dijo asombrado Jonas,
a la vez que sus anteojos caían al suelo. Él era el menor de los varones, con 9
años y a la vez el más pequeño del grupo, salvo por Anna. Aunque tenía algo de
miedo, no podía dejarse ver más miedoso que una niña de 6 años. Recogió sus
anteojos y con ímpetu respondió -¡El ultimo es una gallina!- Todos salieron corriendo
detrás de él.
Entre tanto el pabellón principal
empezaba a recibir a sus invitados. Detrás de este, había tres pabellones más,
que se elevaban levemente uno detrás del otro y que se conectaban por largos
corredores techados, pero abiertos para que los niños pudieran correr
libremente.
-Bienvenidos a la reunión, por
favor tomen asiento- saludaba la profesora a los padres que llegaban.
-Si gracias- dijo uno mientras
tomaba asiento- La noche está muy fría, ¿cierto?-
-Sí parece que va llover- respondió
ella, mientras veía el termostato de la pared, el cual, junto con el sistema de calefacción, llevaba pocos días de haberse instalado, por lo que nadie lo había usado.
El tiempo trascurrió y la noche
había tomado la escuela, junto con las primeras gotas de la lluvia. Los chicos
ahora se dirigían al pabellón número cuatro, el último y más alejado de la
dirección y la entrada. Estaban algo desmotivados, no habían visto u oído nada
extraño, a excepción de los ronquidos de algunos padres, cuando pasaron por
detrás de las aulas del primer pabellón.
-Vaya que fiasco, no vimos al
fantasma del ahogado en la piscina- dijo Marcus
-Y la leyenda del mural de los duendes
satánicos, era inventado- continuó Jonas
-Estaban en la misma pose que en la mañana-
-Tampoco hubo ningún tesoro en el
aula de mate- dijo Marcus que rápidamente notó que los demás lo miraban con
incredulidad -No me miren así, había oído que la maestra era una estafadora que
cambiaba de nombre en cada escuela y que había dejado aquí, su ultimo botín-
-¿Botín? Oyes demasiados cuentos
mi amigo- le dijo Joel con una sonrisa
-Sí, tienes razón, ¡matemáticas
mis caites!- exclamó mientras zarandeaba su puño contra el aire. Los demás
estallaron en carcajadas al ver su arrebato de ira.
-Se los dije...- dijo Eliza con una
leve pizca de altanería -Todos eran solo mentiras, ¿verdad Annie?- la niña afirmó
alegre.
Al llegar al cuarto pabellón, la
lluvia caía levemente. Cruzaron una parte sin techo y se apresuraron a entrar
al último corredor. Este pabellón era un agregado nuevo a la escuela, por lo
que sus aulas aún no se usaban y el corredor estaba inconcluso.
-¿Por qué esta aula no tiene mesas?-
preguntó Anna, que miraba por el vidrio de una de las puertas. El resto la
siguió.
-No Annie, esta no es un aula,
parece ser el cuarto de calderas- dijo Eliza, mientras observaba el interior
del cuarto. Este carecía de otras ventanas y estaba a oscuras, solo la luz del
corredor iluminaba a través de la puerta.
-Sí- agregó Marcus -Dicen que quieren
hacer un sistema de calor que llegue a todas las aulas –
-Sistema de calefacción- corrigió
Joel
-Bueno si, eso- continuó Marcus
–Oí que no está terminado y que nada funciona aún, ni la puerta se puede abrir-
Jonas se acercó a la puerta y la
empujó, pero no parecía que fuera a ceder. Sin embargo cuando los demás estaban
listos para irse, la puerta se movió ante el asombro de todos.
-Marcus eres un mentiroso-
exclamó jadeando Jonas, mientras se asomaba adentro.
-¡No me digas así!- respondió el
otro- Eso fue lo que oí…-
Anna guiada por la curiosidad
entró al cuarto. Los demás la siguieron. Solo podían ver algunos tubos en las
paredes y algo más grande en el centro del cuarto. Eliza buscó un interruptor,
pero el bombillo no funcionaba.
-Ahí está, no funciona nada aquí-
dijo Marcus con rapidez- seguro la electricidad esta mala-
No obstante el murmullo de lo que
parecía un horno llegaba a ellos. Anna otra vez siguió su curiosidad y se
acercó a una gran máquina que generaba el sonido. Extendió su mano y sintió una leve sensación de calor en sus dedos. Su mano estaba apunto de tocarla, cuando Eliza
la detuvo.
-La electricidad no puede estar "mala"- dijo Joel -Debe ser la instalación eléctrica que no está finalizada, aunque
esa máquina parece funcionar pero lo demás no-
Joel se percató que todos lo
miran, en especial Eliza.
–Bueno eso he oído a mi papá decir- dijo algo
sonrojado.
Eliza se puso de cuclillas y miró
a su hermana.
-Anna no quiero que toques eso ni
te acerques aquí, ¿está bien?-
-Está bien Eli-
Sin más que hacer regresaron al
corredor.
-Bueno vámonos, que ya se hace
tarde- dijo con algo de inquietud la mayor- Mañana hay que madrugar-
Jonas desde pequeño había sido
muy observador y pudo notar esa inquietud en Eliza.
-Un momento, ¿qué les parece si
jugamos algo antes de irnos?- una mirada de incertidumbre se adueñó del resto
del grupo -¿Cuándo volveremos a estar aquí de noche? Hay que aprovechar- una
sonrisa vivaz se montó en su rostro.
-¿Y qué propones Jonas?- dijo
Joel
-¿Que tal un juego de escondido?-
-¿Estás loco? La reunión terminará
pronto y debemos estar afuera- reprochó la hermana de Anna con rapidez.
Jonas era tan observador como
rencoroso y no pensaba irse sin devolverle la jugarreta que antes le había hecho
Eliza.
-Vamos será rápido- Jonas chocó miradas
con ella -Si quieres puedes ser la que cuente…- Eliza estaba a punto de
responder, cuando Jonas soltó su arma final -O es que acaso… ¿tienes miedo?-
La chica quedó sin palabras, mientras la miraban los demás.
Todos esperaban su respuesta. Por un segundo sintió la presión, pero luego
respondió segura.
-Hagámoslo- al pasar la mirada,
vio cómo sé alegraban, pero se detuvo en su hermana- Aunque no puedo dejar sola
a Annie-
La pequeña la miró con tristeza,
no deseaba ser un estorbo. Intentó buscar una solución, pero Joel logró pensar
en algo antes.
-Nosotros cuidaremos de Anna,
mientras cuentas, no te preocupes- dijo él con una sonrisa.
Los otros chicos miraron
extrañados a su amigo. Jonas iba a replicar, pero Joel los apartó de las chicas
y comentó algo con ellos. Después de algunos segundos, los tres regresaron y
prometieron cuidarla.
Eliza no estaba muy segura, pero la alegría de
Anna la convenció. La chica les agradeció a todos, con una mirada especial en Joel, el cual sintió como su cara se sonroja. Varias ideas pasaron por su mente,
pero las dejó de lado, al oír las últimas reglas, donde se proponía la soda
como el punto de conteo.
La chica se difuminó entre las
penumbras del corredor, mientras los demás desaparecían en la oscuridad de la
escuela. Una lluvia sin fuerzas, un viento helado y una noche sin luna amenizaban
el juego.
Mientras los padres seguían en su
reunión, los chicos corrían de un lado a otro, tratando de mantenerse callados,
pero la oscuridad y el silencio aumentan la emoción. Atentos a cada sombra, a
cada ruido, a cada movimiento. Tanto Eliza como los demás olvidaron la necesidad
de irse pronto y extendieron el juego algunas rondas más.
Anna había estado rotando entre
los chicos, cada uno cuidándola en diferentes momentos. Aunque todos habían
sido atrapados en diferentes rondas, Jonas deseaba ganar la última. Iba a
esconderse en el primer pabellón, donde nadie se atrevería a buscar, por miedo
a ser visto por los padres, pero él conocía el lugar perfecto donde nadie lo
vería, sin embargo tenía un problema, Anna. Era su turno de cuidarla.
La voz de Eliza, que iba acercándose
al número 100, llegaba a donde estaban él y Anna. Mientras la cuenta avanzaba la
pequeña veía a su guardián.
-¿Dónde nos vamos a esconder?-
preguntó la niña con emoción
Jonas sabía que debía cuidarla,
evitar que se perdiera o le pasara algo, que estuviera en un lugar seguro. Pensaba
en varias soluciones, hasta que se detuvo en la que necesitaba.
-¿Anna no te gustaría ganar esta
vez?- los ojos de Jonas brillaron de astucia
-¡Claro! – respondió ilusionada
la niña
-Entonces que te parece si esta
vez te dejo en un lugar escondida y yo me escondo en otro lugar, así cuando me
encuentren, evitare que te descubran hasta el final y ¡podrás ganar!-
-¿Yo sola?- ahora había una sombra de angustia en
su rostro.
-Tranquila no estaré lejos- dijo
con una falsa sonrisa y los dedos cruzados –Además es un lugar que ya conoces-
-¿Donde?-
-A un lugar donde tú hermana no
te buscaría. Ven, vamos a verlo-
Rápidamente tomó la mano de la
niña y se dirigieron al escondite.
La lluvia había empezado a caer
más fuerte, mientras los chicos aun jugaban y las reuniones se acercaban a su
final. Un padre somnoliento miraba por una ventana cuando notó algo fuera de
lugar.
-¿Hay un niño ahí afuera?-
Todos los adultos se acercaron a
mirar. La profesora reconoció al alumno sentado en uno de los corredores. Salió
del aula y se dirigió a donde estaba el chico.
-¿Marcus que haces aquí? ¿Estás
bien? – preguntó ella.
Marcus, que estaba de espaldas,
dio un pequeño salto al oír la voz de la maestra. Él se había caído corriendo
bajo la lluvia y se había raspado. Ante la mirada inquisidora de la maestra, el
chico solo balbuceaba, buscando no involucrar a sus amigos, sin embargo Eliza
apareció en el corredor.
-Lo sentimos maestra, estábamos jugando
escondido- explicó ella con solemnidad -No pensamos que estuviera mal quedarnos
un poco más después de clases-
-¡Pero niña, mira la hora que
es!- dijo la educadora, antes de tomar un suspiro- Ve por tus amigos y vengan a
mi aula lo más rápido que puedan- miró a Marcus – ¿Puedes caminar?-
Mientras la profesora llevaba a Marcus
al aula, Eliza corría para encontrar el resto, dando con Joel primero.
-Las profesora nos encontró, debemos
ir con ella al aula- dijo con agitación la chica -Joel ¿dónde está Anna?-
-La está cuidando Jonas-
-Encontrémoslos lo antes
posible-
No muy lejos Jonas observaba la
escena, escondido. Había visto lo sucedido,
pero no estaba dispuesto a que lo agarraran tan fácilmente. Pensaba en su madre y en el castigo que le
daría si enteraba que había estado de noche en la escuela, jugando y tras de
todo, bajo la lluvia. No podía darse ese lujo, debía irse antes de que lo
encontraran. Pero había un inconveniente, solo él sabía dónde estaba Anna y no
podía dejarla sola, los demás se enojarían con él, en especial Eliza. Sin más remedio, se aseguró de
que no lo vieran y salió de su escondite.
No muy lejos de ahí Eliza y Joel
buscaban cerca del gimnasio, pero no había resultados. Estaban en uno de los
corredores tratando de mirar los exteriores del gimnasio, pero la lluvia caía
con fuerza, complicando la visión.
-Normalmente jugamos por estas
zonas en el recreo- meditaba Joel -Aunque no se ve nada, la lluvia esta fuerte-
-No me importa, iré a investigar-
dijo Eliza estresada.
-No, yo conozco mejor los lugares
donde estaría Jonas- exclamó él, preparándose para correr bajo el agua –Además,
mejor deberías revisar la soda, por si llegaron a marcar punto- dijo esperando
calmarla un poco.
Joel se extrañó al no oír replica
de Eliza. Cuando la volvió a ver, esta lo abrazó.
-Gracias Joel - una nota de tranquilidad
se solapaba en su voz.
Ella se alejó del lugar,
perdiéndose entre los corredores, mientras Joel la miraba con cara de tonto.La lluvia empezó a caer con
ferocidad, inundando pasillos e inclusive algunas aulas. En uno de ellos, Jonas
trataba de pasar una laguna improvisada. Un pabellón más arriba, Anna sentía
miedo de donde estaba.
-Pero es el cuarto que me dijo
Eli que no viniera- había dicho 10 minutos antes Anna al llegar al cuarto de
calderas, junto con Jonas.
-Por eso es un perfecto
escondite, nadie te buscara aquí- había respondido Jonas –Nada funciona, así que no hay peligro-
-Pero mi hermana me dijo que no
tocara esa máquina y que…-
-Entonces no la toques- había respondido astutamente el chico –Tranquila Anna, aquí estarás bien, además
estaré en el aula de la par-
-Pero…- la niña estaba cerca de
llorar
-Bueno vámonos, pero no podrás
demostrar a tú hermana que eres una niña grande- Jonas la miró con lastima -porque
siempre necesitas alguien que te cuide…-
En aquel momento el chico se sintió mal por decir eso, pero al lograr el efecto
que buscaba, no le importo más. Anna había puesto una cara seria y dijo:
-No, aquí me quedo-
-Buena chica- dijo él al despedirse
Y así Jonas la había dejado encerrada en el cuarto de calderas
Ahora, en el aula, Marcus estaba
sentado, tiritando de frío. La maestra lo secaba, mientras él veía el
termostato. Deseaba que funcionara, pero recordaba lo que había oído al pasar por la dirección, unos días antes: “El sistema de
calor aún no está terminado y no deben encenderlo”, dijo un técnico que
hablaba con el director “Avisaré a los
maestros” respondió este.
“¿Pero eso fue antes o después de que el director se lo llevaran al
hospital?... ¡antes obvio!” pensó el chico. Sin embargo no estaba seguro si
había sido al director o al conserje, ¿o acaso fue a otra persona? Siempre
enredaba las historias.
La primera aula que encendió la
calefacción, fue una cercana a la de Marcus. En el cuarto de calderas,
la gran máquina comenzaba a generar un sonido que llamó la atención de Anna. Otra aula más encendió el sistema
y el ruido de la maquina se hizo más fuerte, comenzado a asustar a la niña.
Cuando tres aulas más lo hicieron, el ruido se hizo tan estridente como el sonido de una cafetera a todo vapor.
Anna tenía un mal presentimiento y corrió a la puerta. Trató de abrirla pero
era demasiado pesada para ella, no le iba a ser posible moverla.
La maestra miró su reloj y luego
al chico, él realmente tenía frió y si seguía así se enfermaría. Había
pospuesto usar la calefacción, pero ahora parecía un buen momento. Marcus reía
para sí al verla ir a la calefacción, sabía que no funcionaría y que ella se
daría una gran sorpresa, pero nuevamente el chico se equivocaría.
Anna había empezado a llorar al ver la primera
fuga de gas de la caldera, pero ahora había tres más. La niña intentó abrir la
puerta desesperadamente, pero no podía, era muy pesada para ella. Aún seguía
forcejeando cuando que sintió que alguien jalaba al otro lado. Ella empujó con
todas sus fuerzas y la puerta finalmente se abrió.
Cuando Jonas llegó al final del
tercer pabellón y entró en el cuarto, el sonido de la caldera estallando llegó
a sus oídos. Se agachó instintivamente, pero aun así pudo de ver la gran llamarada
que salió por la puerta.
Jonas caminó hacia al cuarto con
cuidado. La lluvia lo golpeaba con fuerza y mojaba todo el corredor. Él estaba
totalmente bañado, pero no le importaba, había olvidado el temor a su madre y los regaños. Algo más
aterrorizaba su infantil mente. Se acercó cuanto pudo y sin saber que más hacer,
gritó con todas sus fuerzas:
-¡Anna!-
No recibió respuesta. “Tal vez no
esté ahí. Tal vez salió antes”, pensaba él, tratando de calmarse. Puso un pie
en el pequeño corredor frente al cuarto. La puerta aun tapaba parte de la
entrada, obstruyendo su vista, no obstante, pudo ver unas flamas en el fondo y
mucho humo saliendo, mas no a la niña.
Su mente revoloteaba entre la
desesperación y las mentiras que calmaban sus nervios. Iba a cercarse un poco
más, cuando vio algo. Detrás de la puerta, algo se arrastraba. Lenta y
dolorosamente lo que parecía un cuerpo pequeño, avanzaba hacia el corredor. Toda
su piel era negra como el carbón, con grandes costras y ampollas en todo su
cuerpo. Con cada movimiento dejaba un rastro de sangre y una estela de humo. Un
sonido logró anteponerse al de la lluvia y llegó a los oídos del chico.
-Ayúdame…- decía suplicante el ser
Jonas no podía creer lo que oía,
ni siquiera podía pensar que eso fuera humano y mucho menos Anna. El ser
quemado seguía arrastrándose con dificultad hacia el chico. En la mente de Jonas, el miedo
tomó control y su único mandato era escapar. El chico iba a emprender la huida, cuando vio a alguien frente
a él. Bajo la lluvia, Eliza lo miraba. Estaba sucia y su cabello tapaba su
rostro con grandes mechones mojados.
-¿Dónde está Anna?-
-Ella, ella…- las palabras se le cortaban
antes de decirlas
-¿Por qué la llevaste aquí?- Su
mirada estaba clavada en los ojos de Jonas, que deseaba evitarla pero no podía.
-Yo, yo… no pude…no quería…-
Jonas no podía soportar más ese interrogatorio, pero Eliza hizo algo que aterrorizó
al chico.
-¿Por qué no la ayudaste?- Una
sonrisa extraña se dibujó en el rostro de la chica, mientras daba un paso hacia
adelante.
Instintivamente Jonas dio un paso
atrás, no entendía que pasaba pero deseaba alejarse de ese lugar. La lluvia
caía con fuerza sobre la chica, que seguía acercándose ya sin hacer preguntas,
solo sonreía. Jonas retrocedió hasta que sintió que habían tomado su tobillo.
El ser que se arrastraba, había
llegado a él y lo sostenía con una fuerza inusual. Intentó jalar su pierna,
pero en ese momento Eliza lo agarró por los hombros, lo que hizo que sus
anteojos cayeran, sin embargo Jonas pudo ver perfectamente lo que tenía al
frente.
El cabello sobre la cara de la
chica se había corrido, mostrando que la mitad estaba quemada, al igual que la
de su hermana en el piso. Jonas gritó con horror, pero no había forma de
soltarse.
-Rechazaste su súplica, ahora debes
pagar tu cobardía- dijo ella -ven con
nosotros…-
Jonas sintió como era arrastrado.
Un calor tremendo llegaba a su espalda, mientras veía la sonrisa de Eliza. Hizo
un último esfuerzo por escapar, pero solo alcanzó a ver la puerta cerrarse.
La lluvia había aminorado cuando
llegó Joel. Aún había llamas dentro del cuarto de calderas. Al acercarse pudo
ver a alguien desmayado cerca de la entrada.
Al acercarse notó que era Eliza, la cual parecía que protegía algo debajo de su cuerpo. Joel la movió con cuidado, descubriendo a Anna bajo su hermana. Eliza tenía las manos quemadas, como si hubiera tocado un fierro muy caliente, además su frente sangraba. Había recibido un golpe muy fuerte al caer, sin embargo la pequeña estaba bien, aunque igual de inconsciente.
Los profesores y padres que corrieron hacia el cuarto pabellón, encontraron a Joel abrazando a Eliza. Mientras los padres ayudaban a las hermanas, Joel volvió a mirar el lugar del incendio. Algo brillante llamó su atención. Un par de anteojos estaban en el
suelo, dentro del cuarto de calderas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario