domingo, 26 de octubre de 2014

Tercera Semana, Tema Terror, Cuento: "La Caldera"

El miedo es normal y una reacción que no siempre se puede controlar, pero también puede ser un crimen...



…los cuervos iban de un lado al otro, sobrevolaban sus víctimas, el grupo de niños dormidos en medio del bosque. En los arbustos cercanos, el joven podía ver todo lo que pasaba. Debía tomar una decisión, ¿ayudarlos o escapar? Miró a los cuervos nuevamente. Eran monstruosos y sus bocas eran terribles, llenas de dientes afilados. De un momento a otro, dejaron de volar y se posaron encima de las cabezas chicos, iban a comerlos vivos. Pero antes del primer picoteo, uno de los cuervos torció su cuello, girándolo totalmente para mirar al chico escondido. Este gritó en terror y salió corriendo. Los cuervos inmediatamente alzaron vuelo y fueron tras él. Pero por más que corría no podía dejarlos atrás… porque eran cuervos fantasmas…“

-¿En serio? ¿Cuervos fantasmas?- preguntó Eliza con aburrimiento-

-¡Déjame terminar!- exclamó Jonas enojado 

-Pero Jonas, esa historia no es muy buena, ¿estas seguro de que eran cuervos?- Dijo Marcus que estaba sentado frente a él.

-Sí algo así me dijo mi abuelo, que eran monstruos que castigaban a los miedosos -Jonas se rascó la cabeza -¿o eran solo seres que se transformaban en cuervos?- antes de que alguien lo cuestionara, aseveró- ¡pero sé que les dio miedo!-

-A mí me dio miedo- contribuyó la pequeña Anna, que abrazaba a su hermana mayor, Eliza.

-¿Ven? A ella sí le da miedo- la cara de Jonas se iluminó por un segundo.

-Claro, es una niña de 6 años- respondió Eliza con un mueca- Tranquila Annie, es solo una historia tonta- La sonrisa de Eliza logró reconfortar a su hermana.

Sin embargo Anna no es la única que observaba esa sonrisa. Al otro lado del círculo, donde estaban los 5 niños sentados, Joel miraba a Eliza. A él le encanta el color rojizo, casi rosado, de su cabello y las pequeñas pecas que inundan sus mejillas, junto con esa sonrisa tan particular. Era una sensación increíble pero extraña para él, aunque no pensaba decírselo a Eliza. Creía que ella por ser mayor (la chica cumpliría 13 pronto y él apenas tenía 11), no le daría importancia. Pero si bien intentaba ocultarlo, era muy obvio para sus amigos.

-Hey Joel, regresa a la tierra- comentó Jonas- Te preguntaría qué opinas de la historia, pero algo me dice que estabas muuuy distraído…-

-¿De qué hablas?- responde algo inquieto el aludido- Claro que oí lo del cuervo fantasma y la verdad me parece algo raro ¿no que eran monstruos al principio?-

-¡No!... Bueno sí… son espíritus que se convertían en monstruos para castigar a los que cobardes, que dejaban atrás a los demás y que...- alcanzó a decir Jonas, antes de que lo interrumpieran.

-¡Soy un cuervo monstruo fantasma mutante!- dijo Joel mientras se levantaba la chaqueta y hacía como si volara.

Todos rieron creando un leve eco en la escuela casi vacía. Ya había pasado una hora desde el final de las clases. Normalmente el recinto estaría cerrado para ese momento, pero ese día habría una reunión de padres y cerrarían tarde. Como toda escuela vieja, esta tenía sus leyendas, historias de fantasmas y demás. Los chicos  habían oído esos cuentos y deseaban saber si eran reales, por lo que decidieron quedarse ese día y recorrer la escuela de noche.

Cuando las risas hubieron pasado, Jonas, algo molesto aún,  miró a su crítico principal y le dijo:

-¡Oh cállate Joel!, no sabes nada, porque solo pasas mirando a E…-

-Este… mejor… ¿porque no vamos a recorrer la escuela?- volvió a interrumpir rápidamente Joel

-Si me parece buena idea, de todas formas ya casi comienza la reunión y no deben vernos- dijo Marcus al rescate de Joel.

Con casi la misma edad, Marcus y Joel eran grandes amigos. Apodados como el gordo y el flaco, siendo Marcus la primera parte del dúo, los dos chicos eran como cómplices capaces de comunicarse casi sin palabras. Joel  agradeció con la mirada a su amigo y luego se levantó. Los demás hicieron lo mismo, aunque Jonas aun refunfuñaba por no terminar su historia. Eliza limpió un poco el vestido de Anna y luego comentó:

-¿Qué les parece si vamos a ver la piscina?-

-Pero ya la conocemos…- dijo dudoso Jonas.

-Claro que ya la conocemos tontín- Eliza le hizo una mueca – Pero según he oído, alguien se ahogó ahí hace mucho tiempo y su fantasma aparece de noche…- sintió como su hermana le agarraba el vestido. 

-Pero es solo una mentira, tranquila Annie- exclamó Eliza para luego agregar- Además estaremos lejos del pabellón principal, donde se realizan las reuniones-

-Sí es buena idea- secundó Joel  –De todas formas ¿no se supone que íbamos a demostrar que esas leyendas son solo mentiras?- agregó para calmar a la pequeña.

-¡Si vamos!- dijo Anna sonriendo.

-¿Que dices Jonas?- preguntó Eliza.

Jonas no había estado muy a favor con lo de quedarse, por lo que pensaba en irse pronto. Viendo la indecisión del chico, Eliza le dijo:

 -¿O es que acaso… tienes miedo?- una sonrisa burlona acompañó a la pregunta.

-¿Qué? ¿yo?- dijo asombrado Jonas, a la vez que sus anteojos caían al suelo. Él era el menor de los varones, con 9 años y a la vez el más pequeño del grupo, salvo por Anna. Aunque tenía algo de miedo, no podía dejarse ver más miedoso que una niña de 6 años. Recogió sus anteojos y con ímpetu respondió -¡El ultimo es una gallina!- Todos salieron corriendo detrás de él.

Entre tanto el pabellón principal empezaba a recibir a sus invitados. Detrás de este, había tres pabellones más, que se elevaban levemente uno detrás del otro y que se conectaban por largos corredores techados, pero abiertos para que los niños pudieran correr libremente.

-Bienvenidos a la reunión, por favor tomen asiento- saludaba la profesora a los padres que llegaban.

-Si gracias- dijo uno mientras tomaba asiento- La noche está muy fría, ¿cierto?-

-Sí parece que va llover- respondió ella, mientras veía el termostato de la pared, el cual, junto con el sistema de calefacción, llevaba pocos días de haberse instalado, por lo que nadie lo había usado. 

El tiempo trascurrió y la noche había tomado la escuela, junto con las primeras gotas de la lluvia. Los chicos ahora se dirigían al pabellón número cuatro, el último y más alejado de la dirección y la entrada. Estaban algo desmotivados, no habían visto u oído nada extraño, a excepción de los ronquidos de algunos padres, cuando pasaron por detrás de las aulas del primer pabellón.

-Vaya que fiasco, no vimos al fantasma del ahogado en la piscina- dijo Marcus

-Y la leyenda del mural de los duendes satánicos, era inventado- continuó Jonas  -Estaban en la misma pose que en la mañana-

-Tampoco hubo ningún tesoro en el aula de mate- dijo Marcus que rápidamente notó que los demás lo miraban con incredulidad -No me miren así, había oído que la maestra era una estafadora que cambiaba  de nombre en cada escuela  y que había dejado aquí, su ultimo botín-

-¿Botín? Oyes demasiados cuentos mi amigo- le dijo Joel con una sonrisa

-Sí, tienes razón, ¡matemáticas mis caites!- exclamó mientras zarandeaba su puño contra el aire. Los demás estallaron en carcajadas al ver su arrebato de ira.

-Se los dije...- dijo Eliza con una leve pizca de altanería -Todos eran solo mentiras, ¿verdad Annie?- la niña afirmó alegre.

Al llegar al cuarto pabellón, la lluvia caía levemente. Cruzaron una parte sin techo y se apresuraron a entrar al último corredor. Este pabellón era un agregado nuevo a la escuela, por lo que sus aulas aún no se usaban y el corredor estaba inconcluso.

-¿Por qué esta aula no tiene mesas?- preguntó Anna, que miraba por el vidrio de una de las puertas. El resto la siguió.

-No Annie, esta no es un aula, parece ser el cuarto de calderas- dijo Eliza, mientras observaba el interior del cuarto. Este carecía de otras ventanas y estaba a oscuras, solo la luz del corredor iluminaba a través de la puerta.

-Sí- agregó Marcus -Dicen que quieren hacer un sistema de calor que llegue a todas las aulas –

-Sistema de calefacción- corrigió Joel

-Bueno si, eso- continuó Marcus –Oí que no está terminado y que nada funciona aún, ni la puerta se puede abrir-

Jonas se acercó a la puerta y la empujó, pero no parecía que fuera a ceder. Sin embargo cuando los demás estaban listos para irse, la puerta se movió ante el asombro de todos.

-Marcus eres un mentiroso- exclamó jadeando Jonas, mientras se asomaba adentro.

-¡No me digas así!- respondió el otro- Eso fue lo que oí…-

Anna guiada por la curiosidad entró al cuarto. Los demás la siguieron. Solo podían ver algunos tubos en las paredes y algo más grande en el centro del cuarto. Eliza buscó un interruptor, pero el bombillo no funcionaba.

-Ahí está, no funciona nada aquí- dijo Marcus con rapidez- seguro la electricidad esta mala-

No obstante el murmullo de lo que parecía un horno llegaba a ellos. Anna otra vez siguió su curiosidad y se acercó a una gran máquina que generaba el sonido. Extendió su mano y sintió  una leve sensación de calor en sus dedos. Su mano estaba apunto de tocarla, cuando Eliza la detuvo.

-La electricidad no puede estar "mala"- dijo Joel -Debe ser la instalación eléctrica que no está finalizada, aunque esa máquina parece funcionar pero lo demás no-

Joel se percató que todos lo miran, en especial Eliza.

 –Bueno eso he oído a mi papá decir- dijo algo sonrojado.

Eliza se puso de cuclillas y miró a su hermana.

-Anna no quiero que toques eso ni te acerques aquí, ¿está bien?-

-Está bien Eli-

Sin más que hacer regresaron al corredor.

-Bueno vámonos, que ya se hace tarde- dijo con algo de inquietud la mayor- Mañana hay que madrugar-

Jonas desde pequeño había sido muy observador y pudo notar esa inquietud en Eliza.

-Un momento, ¿qué les parece si jugamos algo antes de irnos?- una mirada de incertidumbre se adueñó del resto del grupo -¿Cuándo volveremos a estar aquí de noche? Hay que aprovechar- una sonrisa vivaz se montó en su rostro.

-¿Y qué propones Jonas?- dijo Joel

-¿Que tal un juego de escondido?-

-¿Estás loco? La reunión terminará pronto y debemos estar afuera- reprochó la hermana de Anna con rapidez.

Jonas era tan observador como rencoroso y no pensaba irse sin devolverle la jugarreta que antes le había hecho Eliza.

-Vamos será rápido- Jonas chocó miradas con ella -Si quieres puedes ser la que cuente…- Eliza estaba a punto de responder, cuando Jonas soltó su arma final -O es que acaso… ¿tienes miedo?-

La chica quedó  sin palabras, mientras la miraban los demás. Todos esperaban su respuesta. Por un segundo sintió la presión, pero luego respondió segura.

-Hagámoslo- al pasar la mirada, vio cómo sé alegraban, pero se detuvo en su hermana- Aunque no puedo dejar sola a Annie-

La pequeña la miró con tristeza, no deseaba ser un estorbo. Intentó buscar una solución, pero Joel logró pensar en algo antes.

-Nosotros cuidaremos de Anna, mientras cuentas, no te preocupes- dijo él con una sonrisa.

Los otros chicos miraron extrañados a su amigo. Jonas iba a replicar, pero Joel los apartó de las chicas y comentó algo con ellos. Después de algunos segundos, los tres regresaron y prometieron cuidarla.

 Eliza no estaba muy segura, pero la alegría de Anna la convenció. La chica les agradeció a todos, con una mirada especial en Joel, el cual sintió como su cara se sonroja. Varias ideas pasaron por su mente, pero las dejó de lado, al oír las últimas reglas, donde se proponía la soda como el punto de conteo. 

La chica se difuminó entre las penumbras del corredor, mientras los demás desaparecían en la oscuridad de la escuela. Una lluvia sin fuerzas, un viento helado y una noche sin luna amenizaban el juego.

Mientras los padres seguían en su reunión, los chicos corrían de un lado a otro, tratando de mantenerse callados, pero la oscuridad y el silencio aumentan la emoción. Atentos a cada sombra, a cada ruido, a cada movimiento. Tanto Eliza como los demás olvidaron la necesidad de irse pronto y extendieron el juego algunas rondas más.

Anna había estado rotando entre los chicos, cada uno cuidándola en diferentes momentos. Aunque todos habían sido atrapados en diferentes rondas, Jonas deseaba ganar la última. Iba a esconderse en el primer pabellón, donde nadie se atrevería a buscar, por miedo a ser visto por los padres, pero él conocía el lugar perfecto donde nadie lo vería, sin embargo tenía un problema, Anna. Era su turno de cuidarla.

La voz de Eliza, que iba acercándose al número 100, llegaba a donde estaban él y Anna. Mientras la cuenta avanzaba la pequeña veía a su guardián.

-¿Dónde nos vamos a esconder?- preguntó la niña con emoción

Jonas sabía que debía cuidarla, evitar que se perdiera o le pasara algo, que estuviera en un lugar seguro. Pensaba en varias soluciones, hasta que se detuvo en la que necesitaba.

-¿Anna no te gustaría ganar esta vez?- los ojos de Jonas brillaron de astucia

-¡Claro! – respondió ilusionada la niña

-Entonces que te parece si esta vez te dejo en un lugar escondida y yo me escondo en otro lugar, así cuando me encuentren, evitare que te descubran hasta el final y ¡podrás ganar!-

-¿Yo sola?-  ahora había una sombra de angustia en su rostro.

-Tranquila no estaré lejos- dijo con una falsa sonrisa y los dedos cruzados –Además es un lugar que ya conoces-

-¿Donde?-

-A un lugar donde tú hermana no te buscaría. Ven, vamos a verlo-

Rápidamente tomó la mano de la niña y se dirigieron al escondite.

La lluvia había empezado a caer más fuerte, mientras los chicos aun jugaban y las reuniones se acercaban a su final. Un padre somnoliento miraba por una ventana cuando notó algo fuera de lugar.

-¿Hay un niño ahí afuera?-

Todos los adultos se acercaron a mirar. La profesora reconoció al alumno sentado en uno de los corredores. Salió del aula y se dirigió a donde estaba el chico.

-¿Marcus que haces aquí? ¿Estás bien? – preguntó ella.

Marcus, que estaba de espaldas, dio un pequeño salto al oír la voz de la maestra. Él se había caído corriendo bajo la lluvia y se había raspado. Ante la mirada inquisidora de la maestra, el chico solo balbuceaba, buscando no involucrar a sus amigos, sin embargo Eliza apareció en el corredor.

-Lo sentimos maestra, estábamos jugando escondido- explicó ella con solemnidad -No pensamos que estuviera mal quedarnos un poco más después de clases-

-¡Pero niña, mira la hora que es!- dijo la educadora, antes de tomar un suspiro- Ve por tus amigos y vengan a mi aula lo más rápido que puedan- miró a Marcus – ¿Puedes caminar?-

Mientras la profesora llevaba a Marcus al aula, Eliza corría para encontrar el resto, dando con Joel primero.

-Las profesora nos encontró, debemos ir con ella al aula- dijo con agitación la chica -Joel ¿dónde está Anna?-

-La está cuidando Jonas-

-Encontrémoslos lo antes posible- 

No muy lejos Jonas observaba la escena, escondido. Había visto lo sucedido, pero no estaba dispuesto a que lo agarraran tan fácilmente.  Pensaba en su madre y en el castigo que le daría si enteraba que había estado de noche en la escuela, jugando y tras de todo, bajo la lluvia. No podía darse ese lujo, debía irse antes de que lo encontraran. Pero había un inconveniente, solo él sabía dónde estaba Anna y no podía dejarla sola, los demás se enojarían con él, en especial Eliza. Sin más remedio, se aseguró de que no lo vieran y salió de su escondite.

No muy lejos de ahí Eliza y Joel buscaban cerca del gimnasio, pero no había resultados. Estaban en uno de los corredores tratando de mirar los exteriores del gimnasio, pero la lluvia caía con fuerza, complicando la visión.

-Normalmente jugamos por estas zonas en el recreo-  meditaba Joel -Aunque no se ve nada, la lluvia esta fuerte-

-No me importa, iré a investigar- dijo Eliza estresada.  

-No, yo conozco mejor los lugares donde estaría Jonas- exclamó él, preparándose para correr bajo el agua –Además, mejor deberías revisar la soda, por si llegaron a marcar punto- dijo esperando calmarla un poco.

Joel se extrañó al no oír replica de Eliza. Cuando la volvió a ver, esta lo abrazó.

-Gracias Joel - una nota de tranquilidad se solapaba en su voz.

Ella se alejó del lugar, perdiéndose entre los corredores, mientras Joel la miraba con cara de tonto.La lluvia empezó a caer con ferocidad, inundando pasillos e inclusive algunas aulas. En uno de ellos, Jonas trataba de pasar una laguna improvisada. Un pabellón más arriba, Anna sentía miedo de donde estaba.

-Pero es el cuarto que me dijo Eli que no viniera- había dicho 10 minutos antes Anna al llegar al cuarto de calderas, junto con Jonas.

-Por eso es un perfecto escondite, nadie te buscara aquí- había respondido Jonas –Nada funciona, así que no hay peligro-

-Pero mi hermana me dijo que no tocara esa máquina y que…- 

-Entonces no la toques- había respondido astutamente el chico –Tranquila Anna, aquí estarás bien, además estaré en el aula de la par-

-Pero…- la niña estaba cerca de llorar

-Bueno vámonos, pero no podrás demostrar a tú hermana que eres una niña grande- Jonas la miró con lastima -porque siempre necesitas alguien que te cuide…-

En aquel momento el chico se sintió mal por decir eso, pero al lograr el efecto que buscaba, no le importo más. Anna había puesto una cara seria y dijo:

-No, aquí me quedo-

-Buena chica- dijo él al despedirse

Y así Jonas la había dejado encerrada en el cuarto de calderas

Ahora, en el aula, Marcus estaba sentado, tiritando de frío. La maestra lo secaba, mientras él veía el termostato. Deseaba que funcionara, pero recordaba lo que había oído al pasar por la dirección, unos días antes: “El sistema de calor aún no está terminado y no deben encenderlo”, dijo un técnico que hablaba con el director “Avisaré a los maestros” respondió este.

¿Pero eso fue antes o después de que el director se lo llevaran al hospital?... ¡antes obvio!” pensó el chico. Sin embargo no estaba seguro si había sido al director o al conserje, ¿o acaso fue a otra persona? Siempre enredaba las historias.

La primera aula que encendió la calefacción, fue una cercana a la de Marcus. En el cuarto de calderas, la gran máquina comenzaba a generar un sonido que llamó la atención de Anna. Otra aula más encendió el sistema y el ruido de la maquina se hizo más fuerte, comenzado a asustar a la niña. Cuando tres aulas más lo hicieron, el ruido se hizo tan estridente  como el sonido de una cafetera a todo vapor. Anna tenía un mal presentimiento y corrió a la puerta. Trató de abrirla pero era demasiado pesada para ella, no le iba a ser posible moverla.

La maestra miró su reloj y luego al chico, él realmente tenía frió y si seguía así se enfermaría. Había pospuesto usar la calefacción, pero ahora parecía un buen momento. Marcus reía para sí al verla ir a la calefacción, sabía que no funcionaría y que ella se daría una gran sorpresa, pero nuevamente el chico se equivocaría.

 Anna había empezado a llorar al ver la primera fuga de gas de la caldera, pero ahora había tres más. La niña intentó abrir la puerta desesperadamente, pero no podía, era muy pesada para ella. Aún seguía forcejeando cuando que sintió que alguien jalaba al otro lado. Ella empujó con todas sus fuerzas y la puerta finalmente se abrió.

Cuando Jonas llegó al final del tercer pabellón y entró en el cuarto, el sonido de la caldera estallando llegó a sus oídos. Se agachó instintivamente, pero aun así pudo de ver la gran llamarada que salió por la puerta.

Jonas caminó hacia al cuarto con cuidado. La lluvia lo golpeaba con fuerza y mojaba todo el corredor. Él estaba totalmente bañado, pero no le importaba, había olvidado el temor  a su madre y los regaños. Algo más aterrorizaba su infantil mente. Se acercó cuanto pudo y sin saber que más hacer, gritó con todas sus fuerzas:

-¡Anna!-

No recibió respuesta. “Tal vez no esté ahí. Tal vez salió antes”, pensaba él, tratando de calmarse. Puso un pie en el pequeño corredor frente al cuarto. La puerta aun tapaba parte de la entrada, obstruyendo su vista, no obstante, pudo ver unas flamas en el fondo y mucho humo saliendo, mas no a la niña.

Su mente revoloteaba entre la desesperación y las mentiras que calmaban sus nervios. Iba a cercarse un poco más, cuando vio algo. Detrás de la puerta, algo se arrastraba. Lenta y dolorosamente lo que parecía un cuerpo pequeño, avanzaba hacia el corredor. Toda su piel era negra como el carbón, con grandes costras y ampollas en todo su cuerpo. Con cada movimiento dejaba un rastro de sangre y una estela de humo. Un sonido logró anteponerse al de la lluvia y llegó a los oídos del chico.

-Ayúdame…- decía suplicante el ser

Jonas no podía creer lo que oía, ni siquiera podía pensar que eso fuera humano y mucho menos Anna. El ser quemado seguía arrastrándose con dificultad hacia el chico. En la mente de Jonas, el miedo tomó control y su único mandato era escapar. El chico iba a emprender la huida, cuando vio a alguien frente a él. Bajo la lluvia, Eliza lo miraba. Estaba sucia y su cabello tapaba su rostro con grandes mechones mojados.

-¿Dónde está Anna?-  

-Ella, ella…- las palabras se le cortaban antes de decirlas

-¿Por qué la llevaste aquí?- Su mirada estaba clavada en los ojos de Jonas, que deseaba evitarla pero no podía.

-Yo, yo… no pude…no quería…- Jonas no podía soportar más ese interrogatorio, pero Eliza hizo algo que aterrorizó al chico.

-¿Por qué no la ayudaste?- Una sonrisa extraña se dibujó en el rostro de la chica, mientras daba un paso hacia adelante.

Instintivamente Jonas dio un paso atrás, no entendía que pasaba pero deseaba alejarse de ese lugar. La lluvia caía con fuerza sobre la chica, que seguía acercándose ya sin hacer preguntas, solo sonreía. Jonas retrocedió hasta que sintió que habían tomado su tobillo.

El ser que se arrastraba, había llegado a él y lo sostenía con una fuerza inusual. Intentó jalar su pierna, pero en ese momento Eliza lo agarró por los hombros, lo que hizo que sus anteojos cayeran, sin embargo Jonas pudo ver perfectamente lo que tenía al frente.

El cabello sobre la cara de la chica se había corrido, mostrando que la mitad estaba quemada, al igual que la de su hermana en el piso. Jonas gritó con horror, pero no había forma de soltarse.

-Rechazaste su súplica, ahora debes pagar tu cobardía- dijo ella  -ven con nosotros…-

Jonas sintió como era arrastrado. Un calor tremendo llegaba a su espalda, mientras veía la sonrisa de Eliza. Hizo un último esfuerzo por escapar, pero solo alcanzó a ver la puerta cerrarse.

La lluvia había aminorado cuando llegó Joel. Aún había llamas dentro del cuarto de calderas. Al acercarse pudo ver a alguien desmayado cerca de la entrada. 

Al acercarse notó que era Eliza, la cual parecía que protegía algo debajo de su cuerpo. Joel la movió con cuidado, descubriendo a Anna bajo su hermana. Eliza tenía las manos quemadas, como si hubiera tocado un fierro muy caliente, además su frente sangraba. Había recibido un golpe muy fuerte al caer, sin embargo la pequeña estaba bien, aunque igual de inconsciente.  

Los profesores y padres que corrieron hacia el cuarto pabellón, encontraron a Joel abrazando a Eliza. Mientras los padres ayudaban a las hermanas, Joel volvió a mirar el lugar del incendio. Algo brillante llamó su atención. Un par de anteojos estaban en el suelo, dentro del cuarto de calderas.

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